lunes, 29 de noviembre de 2010

Los partidos existencialistas

Partidos como el de anoche contra el Almería son los que yo defino como existencialistas. No porque los hubiera pensado Sartre, buen aficionado al fútbol, sino porque su propia esencia me plantea problemas existenciales. Me explicaré para no parecer pedante. Cualquier ser humano cuyo domicilio esté equipado con Canal +, como es mi caso, se habría quedado en su casa al calor del brasero o de la estufa viendo por televisión un encuentro en el que el Valencia, previsiblemente, iba a hacer el típico partido idiota contra uno de los colistas. El artículo completo en L'informatiu.

lunes, 22 de noviembre de 2010

La sonrisa de mi hermano

Mi hermano Jose trabaja en Villarreal desde hace años. Vive, en su rutina laboral, rodeado de “groguets”, aunque él afirma que la mayoría de sus compañeros son del Castellón, el equipo tradicional de la zona. Pero me imagino que cada lunes después de una derrota del Valencia y una victoria del Villarreal será un infiermo para alguien como él, que es valencianista.
El resto del artículo en L'informatiu.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Ja tenim equip

No me gustan los niños. De hecho no tengo hijos y, aunque colecciono sobrinos, tampoco he sido el típico tío plasta que los colma de atenciones. Estoy más cerca de Mr. Scrooge que de Hans Christian Andersen, lo cual, en el fondo, me parece muy sano. Pero hay una imagen que me conmueve: la de un niño acompañando a su padre al fútbol. La he visto cientos de veces en mi vida, con diferentes bufandas, camisetas y nacionalidades, pero cuando vuelve a mí, siempre por casualidad, no puedo evitar observar con mucho más detalle de lo habitual.
Me fascina esa imagen de ritual iniciático porque contiene la esencia de la vida. La forma más hermosa de retratar el enigma de la supervivencia humana. Los padres no transmiten a sus hijos conocimientos, ni experiencias porque, al fin y al cabo, sus vidas también son desastrosas. Transmiten pasiones. Pero pasiones reales. Un padre apasionado por el trabajo no engendrará necesariamente un hijo estajanovista, porque esa pasión es más falsa que una moneda de tres euros. está basada en la huida de una vida que no complace. Pero un padre hincha de un equipo de fútbol siempre tendrá un hijo que jamás abandonará la misma fe. Esa sí es una pasión verdadera.
Yo tuve la suerte de tener un padre que me transmitió esa pasión y, con ello, una forma de ver la vida. La vida, para alguien que ha mamado el valencianismo, es nunca darte cuenta de cuáles son tus límites, pensar que el cielo y el infierno están mucho más cercanos de lo que creemos.
Durante años quise escribir sobre esto. Lo hice, en pequeñas dosis, en artículos que publiqué en la Cartelera Turia, el diario El País y el blog de Últimes vesprades a Mestalla. Pero siempre albergué la secreta intención de escribir un libro sobre mi visión de la historia del Valencia. Un viaje a Argentina, hace más de nueve años, fue el causante de que esa idea fuera tomando forma en mi cabeza. En una librería de la calle Corrientes, en Buenos Aires, encontré un libro llamado "No te vayas, campeón", de Roberto Fontanarrosa. Aquella joya recorría medio siglo de fútbol argentino a través de los retratos literarios de los grandes campeones.
Pensé que aquel esquema se podría aplicar a un libro personal sobre el Valencia y, a comienzos de 2010, encontré a la gente de Carena, que se prestó a editarlo. De los ocho libros que he publicado, "Ja tenim equip" ha sido el único que no he escrito por encargo del editor, sino por gusto. Un verdadero gustazo, porque he escrito lo que me apetecía contar, a mi manera.
"Ja tenim equip" lo presento el lunes 22 de noviembre en el ámbito cultural de El Corte Inglés, edificio Colón (en la quinta planta de lo que antes fue Galerías Preciados), a las 19 horas.

lunes, 1 de noviembre de 2010

BBC

Uno de los signos que me indican que me estoy haciendo mayor es que, a diferencia de lo que me ocurría hace unos años, cada vez me molesta menos si me tengo que perder un partido del Valencia en Mestalla por una causa justificada. Antes, dejar de ocupar mi localidad para asistir a un evento de BBC (Boda, Bautizo o Comunión) me parecía algo inconcebible, el rédito que había que pagar en la familia a costa de una de mis pasiones. Pensaba que, al no acudir a Mestalla, me perdería algo único, ya fuera un gol sobrenatural, una victoria memorable o un partido épico. Ahora no pienso en eso. Me limito a escuchar el partido por la radio mientras un sacerdote le echa a un indefenso niño agua por la cabeza, reparte hostias consagradas entre unos preadolescentes o asiste a la promesa de fidelidad eterna entre dos personas vestidas como en un baile de disfraces. El sábado fue el bautizo de mi sobrino Marc y, como los horarios que pone la Liga de Fútbol Profesional son tan marcianos, la entrada de mi sobrino en lo que el cura llamó “el hogar del Señor” coincidió con el partido del Zaragoza. Nunca pensé en hacer piruetas tan extrañas como acudir sólo al convite posterior y perderme el acto religioso, como habría hecho unos años antes. A mi edad uno ha visto tantas cosas en Mestalla que es difícil que un partido contra el colista me sorprenda. Ni siquiera grabo el partido para verlo después, a sabiendas de que la mayoría de los asistentes al bautizo estarán informados de lo que ocurra en el campo del Valencia. Y ver un partido en diferido del que sabes el resultado final es una de las cosas más absurdas que puede hacer un ser humano, por muy futbolero que sea.
No fui a Mestalla el sábado y no me arrepiento. Me ahorré el disgusto de ver a un Valencia empequeñecido por un equipo deprimido al que le bastó poner un poco de orden en su sistema de juego para contrarrestar el caótico empuje de los locales, incapaces de encontrar la fórmula que les devuelva la confianza perdida en los últimos partidos. Me ahorré la decepción de certificar que disputar la liga es una quimera que sólo duró mes y medio en el rincón reservado a nuestros deseos. Me ahorré, en fin, sentir una vez más la impotencia del quiero y no puedo valencianista, la certeza de que siempre pensamos tener mejor equipo del que tenemos, aunque los hechos nos demuestren inexorablemente lo contrario. No me arrepiento. Me lo pasé bien en el evento BBC porque, con el tiempo, también he aprendido a divertirme en ese tipo de compromisos, por artificiales y absurdos que me parezcan. Escuché el partido por la radio, lo seguí en mi Blackberry incluso dentro de la iglesia (lo cual es, sin duda, motivo de excomunión) y me di cuenta, cuando el Valencia se quedó en superioridad numérica ante el colista, de que ese partido ya lo había visto muchas veces, ya lo había vivido en el pasado, con otros jugadores y en otro tiempo, porque el Valencia tiene la curiosa habilidad de repetir sus errores de manera cíclica. A Marc no lo bautizarán más en su vida, salvo en el improbable caso de que se cambie de religión, pero un partido frustrante como el del sábado lo veré más veces, contra otros rivales y con otros o los mismos jugadores.
Mañana martes volveré a Mestalla a ver al Valencia contra el Rangers. No tengo ningún evento de la BBC. Y espero ver un partido que no he visto antes.