Como, me imagino, la mayoría de mis lectores, yo tuve una juventud alocada y noctívaga. Cuando tienes 20 años, mucha testosterona en el cuerpo y el aguante suficiente para beber sin desmayarte o hacer el ridículo, la noche es una aliada espléndida, el momento en que, por los efluvios del alcohol, se mezclan los sentimientos de manera desordenada hasta confundirse.
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