lunes, 17 de octubre de 2011

Terror

He pasado los últimos diez días en Sitges, en el Festival de Cine Fantástico que se celebra en la localidad catalana cada año cuando llega el mes de octubre. Sitges es un certamen cinematográfico por el que siento una especial debilidad, ya que en él se respira una atmósfera, entre culta y gamberra, que me fascina. La gente acude en tropel a las proyecciones, sean a primera hora de la mañana o a última de la noche, y vive con una expectación inusitada todo lo que le ofrece la magia del cine. Yo acudo a Sitges desde hace ocho años y disfruto mucho con películas de muy diverso pelaje porque, en el fondo, estoy hecho de la misma pasta, entre culta y gamberra, que el festival.
En esta edición del certamen me he tragado más de 30 filmes. Salvo excepciones -unas pocas que te hechizan del primer al último fotograma y otras que desprecias de principio a fin-, hay una característica común en todas las películas que he visto. Todas ellas empiezan con la misma solidez y seriedad conceptual, brindan al espectador una primera hora excelente, en la que las acciones de los personajes tienen sentido, los elementos fílmicos de combinan para enganchar a quien la ve y el fruto de la planificación del director y el trabajo de los actores parece llevar a un final interesante, que haga que quien ha estado sentado en la butaca durante hora y media salga de la sala con una sonrisa cosida al rostro. Sin embargo, por extrañas razones que desconozco, la mayoría de las películas que he visionado en Sitges se diluían tras un arranque más que prometedor para acabar convirtiéndose en vulgares ejercicios que recordaban a otras películas, más o menos bien resueltas. Los finales los veías venir con tanta anticipación que te desanimaban. Quizás por eso cuando, una vez acabado mi trabajo en Sitges, me puse a ver el Mallorca-Valencia el pasado sábado, no me sorprendió en absoluto que el equipo de Unai se desenvolviera en ese campo que comparte nombre con la gorra de Toni Nadal de la misma manera que decenas de las cintas que he contemplado en los últimos días. Un comienzo más que interesante, en el que todo parece cuadrar y un final en el que el trabajo hecho durante el primer tramo se evapora como por arte de magia. Dos películas irreconocibles entre sí en una sola.
Pero lo más preocupante de todo esto no es que el Valencia se parezca cada vez más este año a tantas películas de terror como las que ha proyectado Sitges. Lo más preocupante es que este equipo recuerda tanto al de temporadas anteriores que, apenas mes y medio después de iniciada la temporada, cualquier aficionado sabe cuál va a ser el final de la campaña. Y lo peor que puede sucederle a una película, y más si es de terror, es tener un final previsible.

1 comentario:

  1. Si el Valencia cae en la fase de grupos de la champions puede que se de un cambio de guión inesperado y veamos otra película, no sé si mejor o peor, pero distinta.

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