lunes, 27 de diciembre de 2010

Cajas vacías

Es una pena que el modelo televisivo que acuñó Canal + esté en decadencia. Se basaba, en un alarde de inteligencia, en poner en antena las dos principales prioridades del hombre: el fútbol y el sexo. En realidad, no era un modelo nuevo, ya que Telecinco, cuando aterrizó en España, ya cimentaba su programación en esos dos pilares y, de hecho, recuerdo haber visto en la misma semana la goleada del Valencia en Karlsruhe comentada por JJ Santos y las estripers italianas de “Ay, que calor”. El artículo completo en L'informatiu.

martes, 21 de diciembre de 2010

Adolescencia perversa

Soy muy fan de la copa y sus prefijos superlativos, un término que sólo entenderéis quienes hayáis leído "Ja tenim equip". Estoy seguro de que me fascina este tipo de torneos a doble partido porque el Valencia de mi adolescencia fue ese, el que sólo se veía en la copa y sus superlativos. Un equipo estéril y pusilánime en la liga que, entre semana, cuando los partidos se tenían que jugar con el cuchillo entre los dientes, ofrecía su mejor cara. El Valencia de mi adolescencia fue el de los Kempes, Solsona, Carrete o Botubot, un conjunto más burgués que obrero que sólo se ponía a trabajar cuando había que arreglar algo en casa, pero que sacaba todo su orgullo en la copa, la Recopa, la Supercopa y la Recontracopa, competición que no existe. La adolescencia es la estación de la vida en la que empiezas a recibir hostias de verdad, en la que comienzas a darte cuenta de que la vida va en serio, aunque esa certeza sólo la alcanzas rebasados los cuarenta. Y por eso, en el torbellino de mi adolescencia, aquel Valencia me enseñó a valorar la copa.

Nunca me he parado a analizar las causas de que aquel equipo diera lo mejor de sí en los torneos por eliminatorias, pero hoy, al ver al Valencia ante el Villarreal, he tenido una iluminación, algo cada vez menos habitual en mi maltrecho cerebro. He recordado que aquel equipo del tránsito entre los setenta y los ochenta era bastante golfo, que muchos de sus jugadores agotaban las noches valencianas en los pubs cercanos a Woody y en la discoteca Samy, y que sus noches eternas solían ser los jueves. Quizá por eso, cuando jugaban un miércoles, lo hacían en el mejor día de la semana, ese al que la resaca no alcanza. Este equipo, de inferior calidad pero de un perfil noctámbulo similar, sufre del mismo mal. Y eso, pensándolo bien, no es nada malo. Si la liga parece destinada a jugarse en las páginas del Marca, mejor dedicarse a la copa y los prefijos superlativos.

El Valencia-Villarreal de hoy me ha hecho rescatar esa adolescencia perversa en la que descubrí, mezclados sin sentido, el amor, las películas de autor, el sexo o la poesía. Una adolescencia en la que ir al fútbol entre semana valía la pena. Como tantas veces ocurrió hace más o menos treinta años, el Valencia jugó con raza pero con convencimiento, sin renunciar a la solidaridad ni en defensa ni en ataque. Como tantas veces ocurrió hace algo así como tres décadas, le faltó puntería para imprimir en el marcador su superioridad. Como tantas veces sucedió en plena transición democrática, mantuvo ese espíritu hasta el final a medida que sus fuerzas flaqueaban y evitó un castigo excesivo.

Es posible que penséis que un partido de ida de octavos de final de copa en el que el Valencia sólo haya podido empatar a cero con el Villarreal no sea como para sentirse gozoso. Puede que, desde un punto de vista objetivo tengáis razón, pero a mí el Valencia-Villarreal de boy me ha devuelto una parte de mi adolescencia y eso, como el ridículo anuncio de una tarjeta de crédito, no tiene precio.

Valencia, 0 - Villarreal, 0 (Mestalla, 21 de diciembre de 2010)

Prioridades

La vida es una cuestión de prioridades. Durante gran parte de mi vida, un partido del Valencia era una prioridad tan grande que era capaz de sacrificar cualquier actividad o tarea por acudir a Mestalla a ver a mi equipo o por verlo en la televisión, cuando jugaba lejos de casa. He de reconocer que el Valencia ha marcado mi vida en muchas ocasiones y he renunciado a cosas, más o menos importantes, porque consideraba que el fútbol era algo vital, algo que me producía, o eso creía yo, mayores satisfacciones que una cena con amigos o una tarde de fiesta.
El artículo completo en L'informatiu.

lunes, 13 de diciembre de 2010

El chute de Nica

Siento una especial fascinación por los espectáculos que se montan en los descansos de los partidos que se disputan en Mestalla. De hecho, me gustaría conocer al tipo que se inventa juegos tan marcianos, con la excusa de así divertir al respetable, de la misma manera que siempre he querido conocer al tipo que trabajaba dibujando pollas en el lugar donde había un vacío en los antiguos hentai japoneses. A lo largo de mi vida, he visto en Mestalla sorteos de coches, tipos gordos con chándal tirando penaltis a una portería con plástico agujereado, tipos más gordos con el mismo chándal lanzando faltas con una barrera de monigotes, demostraciones de rodeo y hasta concursos para ver si un señor canijo metía un gol desde medio campo. Esta colección de horrores en el intermedio ha culminado hoy con un show benéfico en el que han cantado tres triunfitos a los que no conocía ninguno de los espectadores más próximos a mi localidad. Un sosías de Fernandisco ha explicado que éramos unos privilegiados porque podíamos contribuir a no sé qué causa benéfica y nos ha dejado con esos tres sucedáneos de cantantes para que nos dieramos cuenta de que los privilegiados eran los que cantaban: jamás soñaron con entonar (perdón por el eufemismo) ante tanta audiencia. Aunque la audiencia estuviera formada por 35.000 personas más pendientes de su bocata que de escucharlos.

Fue el primer signo de que el horror estaba cerca. Lo que siguió después fue tan horrendo como los triunfitos desafinando. Tras una primera parte sorprendentemente plácida, en la que el Valencia ejerció de equipo grande y puso al descubierto los cientos de carencias de Osasuna, el público se las prometía felices. Esperaba el descanso para comerse su bocadillo, beberse la cerveza que había introducido en el campo burlando los controles de seguridad y escuchar como banda sonora a los músicos de turno encabezados por el incombustible Nica Agustina. Puro en ristre, abrigo largo y cara de jefe de comparsa mora venido a menos, Nica es lo que espera ver la afición en el descanso, no tres niñatos cantando como los borrachos que cruzan Valencia buscando el horno de la calle Sueca.

Y, claro, cuando la gente se ha puesto chunga, cuando Osasuna parecía el Manchester United y el Valencia, el Bursaport, la grada ha empezado a ponerse nerviosa. Pocas cosas hay tan temibles como la afición de Mestalla nerviosa. Sin su dosis de Agustina, el tradicional salto entre "Ja tenim equip" y "Mira que són roïns" se multiplica en el tiempo con la misma velocidad con la que disminuyen las fuerzas del equipo. El resultado suele ser que, si ya estamos justitos como para aguantar lo que se nos viene encima, las uñas de la grada disparan exponencialmente la capacidad para cagarla de los jugadores. Soldado pasa de ser un militar ejemplar a un limpialetrinas sin rango, Stankevicius deja de ser un tanque para convertirse en Sid Vicius y César, quien tantas veces ha sido madre en quien refugiarse, se convierte en abuela a la que hay que mandar al asilo con urgencia.

Sin el chute de Nica, Mestalla se pone nerviosa y pasa lo que pasa: el campo se transforma en una película de Almodóvar cuando todos habían sacado entradas para ver una de Leslie Nielsen, Y encima, en los títulos de crédito de esa película, cantan tres triunfitos.

Valencia, 3 - Osasuna, 3 (Mestalla, 13 de diciembre de 2010)

Los lunes al gol

Estoy un poco harto de que la Liga de Fútbol Profesional programe partidos del Valencia los lunes. No sólo porque el lunes es un día especialmente odioso para todo el mundo (es el comienzo de una nueva semana tras unos días de asueto), sino porque ir al fútbol un lunes es tan antinatural como irte de after un martes. La pasta manda y los lunes han acabado por ser la torpe prolongación del fin de semana futbolero con un partido más que añadir a nuestro via crucis de sábado y domingo. El artículo completo en L'informatiu.