martes, 4 de mayo de 2010

Los últimos días de Unai Emery

Hay entrenadores que no tienen término medio. Crean una complicidad en el vestuario que exige de cada uno de sus componentes un compromiso inquebrantable. Se está con ellos o se está contra ellos. Quienes están con el entrenador siguen sus consignas hasta la muerte, como si de un visionario general se tratara en una guerra ciega; quienes están contra él, no disimulan su desafección a la causa. Los técnicos que provocan amores y odios entre sus jugadores suelen ser los que más éxitos alcanzan, quizás porque su ideario futbolístico, complejo y vital, va más allá de la disposición de los futbolistas sobre el terreno de juego o de las tácticas que emplean para ganar los partidos. Técnicos como Luis Aragonés, José Mourinho, Rafa Benítez o Fabio Capello responden a ese perfil. Hay entrenadores que, pese a trabajar con un ideario balompédico útil, son incapaces de transmitir al vestuario ese entusiasmo que provoca que los futbolistas den ese plus de rendimiento en el campo que, en los tiempos modernos, es un valor añadido para ganar títulos. Son técnicos estudiosos, arriesgados en sus variantes tácticas y generosos en su trabajo, pero adolecen de la capacidad de motivación suficiente como para sacar el máximo rendimiento a una plantilla. Técnicos que sacan bastante partido a planteles llenos de futbolistas oscuros, sin demasiado nombre, pero que, cuando recalan en un club grande, acaban devorados por un vestuario con mayor ascendencia que ellos mismos. En este perfil cabe gran parte de los entrenadores que llegan a dirigir equipos en la elite.
Cuando este ejemplar de la Turia llegue a los kioscos, la liga española estará a cuatro jornadas de la conclusión y el Valencia tendrá virtualmente asegurada su clasificación para la próxima edición de la Liga de Campeones. El Valencia está a punto de coronarse como campeón de la liga invisible, ese torneo que juegan los 18 equipos españoles que no son ni el Real Madrid ni el Barcelona, ese campeonato que no interesa a los medios de comunicación nacionales ni tiene presencia en los telediarios, las páginas de deportes de los diarios, ni las tertulias radiofónicas de las grandes cadenas. El artífice de ese éxito se llama Unai Emery, un entrenador que ha trabajado con honradez en las dos temporadas en las que ha permanecido al frente del club y que, con una plantilla inferior a la que poseen los dos clubes más poderosos del país, ha dejado al Valencia en el lugar que le corresponde: el de cabeza de ratón. Sin embargo, todo apunta a que Emery no renovará su contrato con el Valencia. Las pistas que Manuel Llorente, presidente del club, ha dado en las últimas semanas sobre la continuidad del entrenador dejan entrever que al donostiarra se le agradecerán los servicios prestados y el club buscará un técnico que gestione el vestuario en tiempos de crisis. No se puede olvidar que esta temporada será, probablemente, la última en la que el Valencia disponga de una plantilla capacitada para ganar títulos, dada la feroz crisis financiera que vive la entidad. Y Emery tiene pocos números para guiar la nave del Valencia en los tiempos difíciles que se avecinan.
Llorente piensa, como parte del valencianismo, que Emery no es el entrenador idóneo para una plantilla que, para repetir una clasificación como la que alcanzará el Valencia este año, va a precisar un plus de motivación extra, un empuje mental que haga que sus miembros rindan muy por encima de sus posibilidades reales. Como el Valencia de la era de Benítez o el de Luis Aragonés a mediados de la década de los 90. El problema es dar con la tecla, encontrar ese técnico que sea capaz de dominar un vestuario, de exprimir al máximo los activos, mejores o peores, con los que cuente el Valencia la próxima temporada para conservar su posición de privilegio dentro del proletariado del fútbol español.

(Publicado en Turia el 30-4-10)

2 comentarios:

  1. Como tengamos que desempolvar a Cúper me da algo

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  2. ¿Últimos días? Yo más bien diría últimos meses, hasta octubre-noviembre...

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