domingo, 14 de febrero de 2010

Sporting, 1; Valencia, 1

Yo me he criado yendo al fútbol a las cuatro y media de la tarde los domingos. En una época en la que no había partidos televisados y, cuando los había, siempre jugaba el Madrid. En unos tiempos en los que ir a Mestalla llevaba aparejado un ritual que incluía un puro, un programa del partido, al modo inglés pero gratuito, y una copa de brandy, que ofrecía un vendedor ambulante durante los años en los que a la gente, si se ponía piripi viendo el fútbol, no le daba por liarse a hostias con el primero que pillaba, como hacen ahora los descerebrados esos que van a un campo de fútbol y exhiben la bandera de la fidelidad a unos colores. Como es obvio, yo, menor de edad, sólo disfrutaba de uno de los amuletos del ritual, el programa de mano, pero recuerdo con nostalgia esas tardes frías y soleadas de invierno en las que el fútbol olía a brandy, puro y Turrón Viena, que era el sustitutivo del alcohol y el tabaco para un niño de mi edad. Pero un día llegó la televisión y el fútbol se convirtió en su esclavo. El que pone los artistas, los payasos y los estibadores para que la tele los convierta en espectáculo. Y la tele no se ha criado yendo al fútbol los domingos a las cuatro y media de la tarde. La tele es como esos tipos que sólo saben hablar de una cosa. Como ellos, sólo sabe hablar de fútbol. Así que programa partidos a todas horas. Empezó acaparando el domingo, luego extendió sus redes a la noche de los sábados, más tarde acaparó también la tarde del sábado y ahora parece que, no conforme con su botín, empieza a ocupar el lunes. Más o menos lo que hizo Hitler con Europa. Si jugar un sábado a las seis de la tarde es antinatural para cuaquiera que ame un poco el fútbol, hacerlo un lunes por la noche me pone bastante enfermo.
Pero al Valencia le está tocando en los últimos partidos jugar a esa hora en la que emiten "Cine de barrio" en la tele. Es decir, que compite con gente como Gracita Morales, José Luis López Vázquez, Lina Morgan o Antonio Ozores. Yo, la verdad, lo tendría claro. En lugar de ver hacer el payaso a gente que ha entrenado para lo contrario, me quedo con aquellos que ha estudiado para hacer el payaso. Ayer, además, hacían "Operación Mata Hari", donde Gracita hace de espía cutre, y era una buena oportunidad para volverla a ver. Pero, al final, uno no puede evitar pensar que juega el Valencia. Y puede más el recuerdo de esas tardes de puro y brandy que la comedia de Mariano Ozores.
Os juro que el Sporting-Valencia ha sido tan divertido como "Operación Mata Hari". El Valencia ha salido tontorrón, como si el partido no fuera con él, como ya pasó en Tenerife o Sevilla, y a los cinco minutos se ha dado cuenta de que perdía. Ha hecho como esa Mata Hari de la peli de Ozores, que se marcha con su contable y deja al enemigo sin nadie que le espíe. Pero ahí está su criada Guillermina para sustituirla y la Guillermina del Valencia ha salido entonces al campo. No es que lo haga como esos Valencia mataharis que hemos visto dominar el juego y ser letales en los últimos metros, pero da el pego. Un Valencia que toca bien el balón, chuta y hace internacional al portero contrario, agradecido por el efecto Guillermina. De esos que te empujan a pensar que vamos a perder y le vamos a echar la culpa al contable por haberse fugado con la versión buena del equipo. Al final, el Valencia ha logrado empatar, ha debido ganar y ha podido perder.
Por culpa de la televisión, el lunes 22 de febrero el Valencia competirá con Grimson y la gente de CSI, más que contra el Getafe. Sólo pensar en Unai analizando las partículas de caspa de Michel en la banda me produce una sensación tan nauseabunda que creo que voy a vomitar los Turrones Viena que me comí de pequeño en Mestalla.

3 comentarios:

  1. Sólo pensar en Unai analizando las partículas de caspa de Michel en la banda me produce una sensación tan nauseabunda que creo que voy a vomitar los Turrones Viena que me comí de pequeño en Mestalla.....

    Eso es insuperable!!!

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  2. jajajajaja, tremendo lo de Unai y la caspa de Míchel !!!

    Un saludo
    Jose Miguel Lavarías

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