lunes, 21 de septiembre de 2009

Valencia, 2; Sporting, 2

Durante algunos años tuve un pase de prensa para ver al Valencia en la zona reservada a los periodistas, en la parte alta del anfiteatro de Mestalla. Pero lo utilicé muy poco. Prefería ir a mi localidad de sillas de gol sur, en el córner que da a la tribuna, en lugar de ver el partido como si de una retransmisión televisiva se tratara. En mi localidad de casi toda la vida (hace 35 años que tengo mi pase en esa ubicación) se vive el fútbol mucho mejor. Conozco a la gente que se sienta a mi alrededor, sé cuáles son sus filias y sus fobias y hasta adivino el tono progresista de ese sector del campo en el que veo el fútbol.
Pero ayer no me sentí cómodo en mi asiento de las sillas de gol sur. Dos filas más arriba de mi sitio había uno de esos tipos que puede convertir un partido de fútbol en una película de terror. Iba vestido con una camiseta de la senyera, lo que dice mucho de sus opciones estéticas, gritaba como un descosido y tenía aspecto de haberse bebido la tarde antes de acudir al fútbol. Su voz carajillera se me ha instalado entre los tímpanos hasta el punto de que, en un momento dado, me he puesto a los auriculares para escuchar la final del Eurobasket, no porque me importara demasiado por cuantos puntos ganaban Gasol y sus compañeros, sino para no oírlo.
Dicen que los borrachos y los niños siempre dicen la verdad. El tipo de la camiseta de la senyera no era ningún niño, pero evidentemente decía muchas verdades. Quizás el suyo no era el tono más adecuado para ser sincero (todos aquellos con los que se metía, y eran muchos, eran unos "hijos de puta"), pero, en el fondo de sus extemporáneas valoraciones, no andaba desencaminado. Le fallaban las formas. Sus dardos brófegos han alcanzado a Moyà, Albelda, el árbitro, Joaquín y Manolo Preciado. Vale que Moyá es un portero más guapo que bueno, pero tampoco es como para lanzarle una retahila de improperios cada vez que le metían un gol. Vale también que Albelda está ya más para jugar con los veteranos que para comandar el centro del campo del Valencia, pero cagarse en varios de sus familiares no parece la solución más adecuada para reconducir la situación. Vale que el árbitro era malo y torpe, pero su madre no tenía ninguna culpa y, por lo que vi en el partido, no marcó ninguno de los goles del Sporting, por lo que matarlo no habría resuelto nada. Y vale que Joaquín ya ni siquiera se ríe cuando juega, pero mandarlo al Mestalla tampoco presumo que funcionaría. Lo que no entiendo es esa manía a Preciado, que es un buen tipo y me consta, cuando se ha merendado a Emery con patatas y ha dado una lección de cómo un equipo ha de jugarle al Valencia: con valentía. Sobre todo porque el voceras de dos filas más atrás no se ha metido con Emery, que yo lo cambiaba por Preciado ya mismo. Lo ha tenido que hacer Villa ante los micrófonos de Canal +, según he visto al llegar a casa.
El caso es que las declaraciones de Villa han sido mucho más interesantes que el partido. Ha dicho lo que muchos nos tememos, que este equipo está para hacer "lo del año pasado". Tampoco es que haya descubierto América, ya que un partido que ha empezado con unos tíos vestidos de vaquero promocionando un rodeo pero sin soltar una mala vaquilla, un toro salvaje o un ex presidente con bigote para ilustrarlo, no podría acabar de otra forma que con un equipo jugando a mísero, sobre todo porque enfrente eran sólo diez.
La sensación que te queda es que ya ha empezado la película de terror de cada temporada. No me refiero sólo al tipo con voz de megáfono estridente y aliento a whisky DYC. Me refiero a esa en la que, a medida que transcurren los meses, empiezan a aparecer fantasmas por todos los lados y vemos más muertos que vivos. La película que siempre acaba mal y que tan divertidos nos tiene con sus cambios de presidente, posibles ventas de jugadores y mal rollo generalizado.
Pensaba en esa película de terror cuando salía de Mestalla y me he topado con Paco Plaza, el mejor director español de cine de terror, en mi modesta opinión. Me ha contado que él y su novia, la actriz Leticia Dolera, se han hecho socios y vendrán de Barcelona cada quince días a ver al Valencia. Seguro que Paco encontrará desde su localidad argumentos suficientes para hacer muchas películas.

1 comentario: