domingo, 3 de enero de 2010

Valencia, 1; Espanyol, 0

Llamadme sentimental, pero confieso que me he emocionado viendo a un tipo de más de dos metros más contento que si le hubiera tocado la lotería o hubiera pillado cacho en un botellón de Nochevieja. Además, el tipo era serbio y se supone que los serbios son los tipos más listos de toda Europa. Pero no. El tipo de dos metros, serbio, es, en realidad, un personaje entrañable. Un tipo de esos a los que discriminan por una cualidad física. Mide más de dos metros y eso, que en el baloncesto sería un seguro de vida para jugar en cualquier equipo de ligas con nombres de pastillas alucinógenas, en fútbol es sinónimo de discriminación. En el fútbol no se discrimina a un tío que mide 1'60 por bajito, sino que se le alaba por su "picaresca", se le compara con un simpático ratolín y hasta se le jalea cuando toca un balón de cabeza. Pero, si mides más de dos metros, lo tienes claro. Sólo sirves para que te bombeen balones y los remates de cabeza. Eso le ha pasado a Zigic en Valencia desde que llegó. Lo han convertido en un futbolista inservible con la única excusa de que es un tipo demasiado alto para jugar en una delantera de bajitos. Y debe de ser muy duro ver cómo hay compañeros que, poniéndole menos ganas que tú, juegan domingo tras domingo porque miden lo que tiene que medir un futbolista, no un jugador de baloncesto. Que un tipo que está en tu plantilla (llamarlo compañero sería desvirtuar el término) puede liarse a tiros en una discoteca la Noche de Navidad y, al llegar el partido siguiente, juega como si nada hubiera pasado. Pero Zigic no ha cejado en su empeño de querer quedarse en Valencia, aunque tuviera que agachar la cabeza para entrenar mejor, y hoy ha encontrado ese día con el que todo futbolista sueña: el día en que te conviertes en héroe. El día en que redimió a todos los que alguna vez han tenido que sufrir por culpa de una cualidad física. Ya sean bajitos, altos, gordos, gafotas o pelirrojos, todos han encontrado en Zigic el superhéroe que les ha hecho olvidar su pasado de escarnio colegial por el hecho de ser diferentes al resto.
El gran día de Zigic ha coincidido con la visita del Espanyol. Yo soy muy del Espanyol, pese a que me alegre más por los triunfos del Barça que por los del Madrid. Quizás porque el Espanyol es un equipo que parece guionizado por Ken Loach o Lars von Trier, que, cuando le ocurre la desgracia más terrible (léase perder dos finales de Uefa por penaltis), la vida le tiene preparada una peor (como que se muera tu capitán de manera inexplicable), quizás porque he conocido en los últimos años muy buenos amigos catalanes que eran del Espanyol y estaban orgullosos de ello. Gente como Txema, Agustín, Carlos o Xavi me han arrastrado a sentir simpatía por un club que considero representa tanto a Catalunya como el Barcelona.
Pero yo creo que, en el fondo, soy bastante del Espanyol porque, involuntariamente, lo relaciono con esa épica que sólo de vez en cuando muestra el Valencia. Con una tarde de domingo del 67, cuando la primera cadena todavía anunciaba en la programación del domingo por la tarde los resultados en tiempo real, en feroz competencia con la radio, en la que viví a base de letreritos una insólita remontado del Valencia en Sarrià: de 4-1 pasamos a 4-5. Con la liga del 71, cuando el Espanyol nos ganó pero nosotros nos llevamos el título en una carambola. Con el penúltimo partido de la liga del 96, en el que un gol de Arroyo nos hizo soñar con que podíamos llevarnos el campeonato tras una dura travesía en el desierto. Con aquella noche helada en Montjuïc cuando resucitó Ilie y salvó la cabeza de Benítez, lo que nos acabó llevando a la liga. O con la gran noche de Baraja en el 2001, el día en que nos metimos en el bolsillo aquella liga.

Desde ayer, esa relación de gestas épicas tiene un capítulo más. El que escribió Zigic con su cabezazo en el último minuto del descuento en un partido inhumano, como todos los partidos que se juegan en plenas fiestas. Aunque, al final, esa gesta de Zigic no tenga ninguna trascendencia porque no nos sirva para ganar nada. Pero, ¿qué más da? Ganó la redención eterna para todos aquellos que, en el colegio, nos llamaban enanos, jirafas, bolas de sebo, cuatro ojos o panochas.

4 comentarios:

  1. El Espanyol es de los pocos equipos que te pueden dar una alegría en los descuentos... ayer les dio por empezar las rebajas en el minuto 92

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  2. Bravoooo. Lo bueno de Valenciastán es eso, que hasta las jirafas y los pajilleros tienen una segunda oportunidad.

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  3. Los pericos somos así... capaces de lo mejor y lo peor en los últimos minutos... Gran texto Paco... yo como grandullón también empatizo con Zigic.. Un abrazo!

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