domingo, 10 de enero de 2010

Xerez, 1; Valencia, 3

Hoy era uno de esos días en que tocaba cagarla. No digo esto porque sea un cenizo, sino porque los años de experiencia como seguidor valencianista me han enseñado que, cuando los demás equipos le ponen las cosas a huevo al Valencia, éste acostumbra a cagarla. Perdió el Sevilla, empató el Villarreal (ya sé que iban a diez puntos, pero los amarillos, en vez de un submarino parecía que llevaban un cohete en las últimas semanas) y, con toda probabilidad, perdería el Mallorca, como así ha sido. La victoria en Xerez nos distanciaba en cinco puntos de los puestos de UEFA. Pero jugábamos en el campo de un neófito en la categoría que, además, es el colista y, volviendo la vista atrás, las circunstancias me recordaban al Valencia de los 70, un chollo para equipos como el Almería, el Burgos o el Recreativo de Huelva, en la misma tesitura entonces que este Xerez.
Como soy pesimista por naturaleza, he decidido no comprar el partido en el "pay-per-view" ese. Lo he visto a través de esas páginas de internet que conectan con televisiones de países extraños y dan el encuentro con los saltos que impone el rigor de mi banda ancha. Tras varios intentos, he podido verlo, con las reglamentarias paradas de imagen, en un link que daba a mi querida televisión marroquí, esa de la que ya os hablé un día y que tiene a Paco Buyo como comentarista. He podido ver de esa manera cómo Mata se quedaba congelado al recibir un estupendo pase de Banega y lo siguiente que ha aparecido en la pantalla de mi portátil Acer ha sido un mogollón de jugadores del Valencia felicitando a Mata por el gol. He lanzado una tímida exclamación de alegría, ya que no es lo mismo celebrar un gol en directo que en diferido. Pero me he quedado un poco mosqueado. Cerca de mi casa hay un tipo que debió de comprar todo el excedente de petardos de las fallas pasadas y, cada vez que marca el Valencia, sea la competición que sea, saca su pirotecnia para celebrarlo. Como no he oído el petardo con antelación (he de decir que los partidos por internet llegan a la red con un retraso que oscila entre treinta segundos y dos minutos), me he quedado preocupado al pensar que el árbitro lo había anulado. Cuando sacaba de centro el Xerez, ha sonado el petardo del vecino y he deducido que el valencianista pirotécnico estaba viendo el encuentro en las mismas condiciones que yo.
Poco después he visto a Joaquín resbalarse en el centro del campo y a tres jugadores del Xerez en contraataque contra el pobre Mathieu. La imagen se ha quedado ahí. Lo siguiente que ha reflejado mi pantalla era un tipo del Xerez corriendo de alegría y un cartel debajo de él que decía "Gol: Carlos Calvo". He empezado a pensar en la maldición de los calvos y a volver a convencerme de que la historia no es tan fácil de cambiar: íbamos a cagarla para no traicionar nuestro pasado. Mi vecino petardero no gasta pólvora cuando nos marcan un gol, así que esta vez no he dudado de la validez del tanto.
Un rato más tarde, Villa se internaba en el área y la imagen se ha vuelto a congelar. Esta vez ha permanecido estática durante demasiado tiempo, supongo que por el frío que hacía allí en Xerez y aquí en Valencia. Ansioso estaba por saber en qué había acabado la internada del Guaje (por cierto, "Guaje" es lo que mejor pronuncian los locutores marroquíes) cuando, antes de que el partido cobrara movimiento, he escuchado de nuevo un petardo, simultáneo a la vuelta de dinamismo a mi pantalla con Silva y su cara de chino volviendo sonriente al medio del campo antes de que yo viera en la repetición su remate a la red. Mi exclamación de alegría ha sido menos entusiasta, lo que me lleva a la conclusión físico-psicológica de que la intensidad del grito de júbilo en un gol de tu equipo es inversamente proporcional a la distancia temporal entre el momento en que ves que se produce y el momento en que te enteras de que sucede.
En la segunda parte la cosa ha empeorado. Las paradas de imagen eran continuas y me he dedicado a navegar por internet mientras, de fondo, oía al comentarista marroquí. De vez en cuando, cambiaba de ventana para ver un rato de fútbol, pero, en cuanto me desesperaba por los parones, regresaba a los procelosos océanos de la red. En una de mis visitas a la ventana que daba el partido del Valencia, he visto a Marchena coger el balón en tres cuartos de cancha e ir regateando contrarios, con poco estilo, la verdad, hasta meterse en el área y colar un gol de esos que sólo Marchena es capaz de marcar, por su tosca belleza. Durante esos cuatro o cinco segundos la imagen no se ha detenido y he contemplado el lado luminoso de Marchena en su totalidad. Pero no he gritado de júbilo, lo cual podría desmontar mi teoría físico-psicológica, porque me ha parecido tan increíble que no se parara la imagen y que Marchena hubiera hecho eso que me he quedado petrificado. Me ha despertado de mi letargo alucinatorio el petardo del vecino, de nuevo inasequible al desaliento y con munición, por lo que parece, hasta las próximas fallas.
Al acabar el partido he sacado varias conclusiones. La primera es que, si el Valencia no la ha cagado en el partido en el que la caga siempre, igual el año que viene jugamos una competición europea algo más interesante que la Euroliga esa, o cómo se llame. La segunda, que lo importante es intentar distanciarse cada vez más de los que vienen por detrás y no fijarse demasiado en los que van por delante. Ellos juegan en otra liga y, en caso de que nos dejaran jugar en su liga, sería porque ambos la habrían cagado y mucho, algo que parece improbable. La tercera y última conclusión es que igual vale la pena gastarse unos eurillos y ver los partidos de fuera que dan de pago como dios manda y no como Alá quiere.

3 comentarios:

  1. En el periódico me enchufo a Rovira y suelo cantar los goles unos 5/10 segundos antes de que sea gol en la imagen del pay per view. Dos son las consecuencias. El repentino grito (a veces alarido, si el decisivo gol es en el descuento) asusta a media redacción, a la que además frustro de la placentera sorpresa de un gol de su equipo.

    Yo tenía canguelo de que Renan hiciera el partido de su vida. Con el empate, la lluvia y el barro, todo pintaba para la clásica palmatòria tonta. Mi hermano está currando en Agadir y me ha comentado también lo de Buyo. Dice que cuando acaba cada frase se la traducen al instante. Fascinante.

    V. Chilet

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  2. si que está mal la crisis que ni en el bar de detrás de casa han debido pagar el pay per view porque no he escuchado ni los gritos ni los petardos de cada gol

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  3. Habla con tu vecino, y si le convences para que tire un petardo diferente cuando marca el rival, no te hará falta perder el tiempo intuyendo más que viendo los partidos en intenné, retransmisión por petardos, el futuro, y mientras puedes estar haciéndo otras cosas más interesantes.

    Estupenda crónica.

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