jueves, 8 de abril de 2010

Atlético de Madrid, 0; Valencia, 0

El fútbol es un deporte basado en la repetición. Una repetición que, a los ojos del aficionado, no existe. Es como si los hinchas padecieran la enfermedad de Alzheimer: olvidan con espantosa facilidad que unos meses antes esos mismos equipos jugaron un partido en el mismo escenario, con casi los mismos protagonistas y casi el mismo público. Poco importa; para el futbolero el partido es otro, el resultado puede ser otro y la alegría o la tristeza serán diferentes. Es uno de los encantos del fútbol, un rasgo que los no aficionados no entienden: cómo puede apasionar algo que se repite de manera cíclica, como un bucle interminable.
Seguro que estáis pensando que he escrito una estupidez. Me diréis que no hay dos partidos iguales, que, aunque jueguen los mismos equipos y los mismos jugadores, nunca se dan las mismas jugadas, ni se marcan los mismos goles. Es cierto, pero también lo es que hay partidos que son exactamente iguales a otros, aunque ni siquiera jueguen los mismos equipos ni los mismos jugadores.
El Atlético-Valencia de ayer ya había existido. Hace cuatro años y lo jugaban el Valencia y el Inter de Milán en Mestalla, en unos octavos de final de la Liga de Campeones. En un encuentro muy reñido, el Valencia había logrado arañar un empate a dos de su visita a San Siro y, en la vuelta, le bastaba con aguantar las embestidas de los italianos para clasificarse para cuartos de final. El Valencia resistió durante 90 minutos y la indignación de los italianos con el árbitro y las triquiñuelas de los valencianistas dieron paso a un divertido combate de boxeo en el que David Navarro, por su rapidez de movimientos y su pegada, pareció Muhammad Alí: se movía como una mariposa y picaba como una avispa.
Durante 80 minutos el Atlético-Valencia se me hizo larguísimo. Quizás porque ya lo había visto y sabía que acabaría con empate a cero. La verdad es que lo único realmente entretenido fueron las gilipolleces que soltaban JJ Santos y Guillermo Amor, a quienes les daba un poco de reparo que se les notara que querían que ganara el Atlético. JJ, cuyo profesor de inglés merece ser expatriado inmediatamente, nos informaba de los resultados del Hamburgo, el Liverpul y el Fuljam (sic). De hecho, he notado que el partido era interminable cuando ha dicho "minuto 63 de la segunda parte" y me he dado cuenta de que llevaba casi dos horas viendo aquel tostón.
Pero, en el minuto 80, ha pasado algo muy raro. El Valencia se ha hecho el ánimo y ha acorralado al Atlético hasta crearle cuatro ocasiones de gol clarísimas. Lo más raro de todo es que los artífices de esa revolución han sido ese pivot de baloncesto que tenemos como suplente de Villa y un minusválido que llevaba como seis años sin jugar. Y, en un partido en el que nuestra defensa estaba formada por dos extremos y dos centrocampistas y no hemos encajado ningún gol, ya tenía que ser raro el tema para que me sorprendiera.

Con toda sinceridad, he pensado que el Valencia pasaría la eliminatoria, aunque fuera de esa forma tan singular. Pero entonces ha pasado eso que pasa tanto en Europa y que hace que el fútbol se convierta algo parecido a un juicio por corrupción: que la decisión de empapelar a un político quede en manos de un inútil. He sentido más perplejidad que indignación, quizás porque vi algo muy similar hace unas semanas en un partido de octavos de final de la Champions entre el Bayern Munich y la Fiorentina. Y, como os he dicho antes, la repetición me acaba por hacer perder sentimientos. Me ha dado por pensar que el tema de los arbitros UEFA es como los altos cargos de la Generalitat Valenciana: cada vez son más y cada vez sirven para menos. La UEFA experimenta esta temporada con seis árbitros en la Europa League y ni siquiera doce ojos fueron capaces de ver cómo a Juanito sólo le faltaba pegarle un tiro en la nuca a Zigic para que no rematara e hiciera el gol del paso a semifinales. Fueron los únicos, porque incluso a JJ Santos y Guillermo Amor les pareció que aquello había sido penalti. Sólo salí de mi perplejidad cuando JJ se puso, con cara de felicidad, a contarnos que había unas pizzas estupendas que, si no te las traen a casa en 30 minutos, te salen gratis. He estado a punto de encargar la "Alemana", compuesta principalmente por chorizos, pero al final me he arrepentido por el temor a pillar una indigestión.

4 comentarios:

  1. Jojojo, JJ ha conseguido que no vayamos a un Domino´s Pizza en la vida.

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  2. Lo próximo será verle anunciar chorizos jojojo

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  3. Lo de JJ es de traca, pero lo de Amor... es casi, casi tan grave como lo de Meyer. Escuchar al de Benidorm es ponerse enfermo.

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  4. A mi me pasó algo parecido. Vi la similitud Inter-VCF a la media hora de la primera parte. Rollo maldición gitana de los Flores.

    BT

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