lunes, 26 de abril de 2010

Valencia, 1; Deportivo, 0

Cuando uno ha pasado diez días durmiendo en camas blandas y gastadas, comiendo a contrapelo en restaurantes con camareros con cara de sufrimiento, viviendo en habitaciones de hoteles en los que los empleados de la recepción parecen tus enemigos, esperando volver a ver a quienes quieres, matando el tiempo delante del ordenador y haciéndose fotos delante de monumentos como si fuera un coleccionista de imágenes inertes, su casa es un tesoro. Eso me pasó a mí desde el miércoles 14 hasta el pasado viernes, después de quedarme atrapado en Bélgica por culpa de las cenizas de un volcán islandés con nombre de medicamento contra las hemorroides. Mi casa fue mi tesoro, mi refugio, desde el viernes a mediodía, cuando, tras un accidentado y surrealista viaje de vuelta a Valencia, llegué por fin al lugar en el que vivo.
El artículo completo, como todos los lunes, en: http://www.linformatiu.com/nc/opinio/detalle/articulo/hogar-dulce-hogar/

2 comentarios:

  1. ¿Pero a que pensaron en tí e hicieron todo lo posible para que no tuvieses problemas para conciliar el sueño en casa tras la peripecia europea?

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