lunes, 12 de abril de 2010

Mallorca, 3; Valencia, 2

Cuando era un niño, jugaba al fútbol en el patio de mi colegio de la forma en la que juegan todos los niños: al mogollón, como si el balón fuera un tesoro al que hay que perseguir y todos los críos van detrás de él. En aquel fútbol infantil no había tácticas, ni, a excepción de los porteros, posiciones fijas sobre el campo, pero sí que había niños que jugaban mejor que otros. A los cinco o seis años, si no eres un ojeador clarividente y visionario, la calidad del futbolista se mide en la fuerza con la que le das al balón y con las veces que, incluso de rebote, marcas goles entre las dos carteras que servían de porterías.
Cuando yo era niño, los componentes de los dos equipos que jugábamos al fútbol se elegían de una manera muy peculiar. Dos niños iban poniendo sus pies consecutivamente hasta que se encontraban y, a quien le tocaba el último, comenzaba a seleccionar a sus jugadores bajo la fórmula mágica del "monta y cabe", es decir, el último pie cabía en el espacio entre el del otro pie del que ganaba y el del contrario y lo podía montar. Naturalmente, los "mejores" eran los primeros elegidos y aquellos que a duras penas sabían chutar la pelota quedaban de relleno en equipos cuyo número variaba según la cantidad de niños que quisieran en ese recreo jugar al fútbol. Pero había un factor de corrección en algunos partidos. Los días en que los dos conjuntos estaban muy desequilibrados, porque quienes elegían a sus compañeros de equipo no estaban afortunados haciendo de seleccionadores o porque las relaciones de amistad entre algunos chicos exigían que jugaran en en el mismo bando, se adoptaba una solución muy sencilla: al equipo considerado "peor" se le daban varios goles de ventaja.
Ayer me acordé de mis pinitos futbolísticos infantiles cuando vi el Mallorca-Valencia. Era como si Emery y Manzano se hubieran jugado al "monta y cabe" a los jugadores que iban a poner en el terreno de juego y, en esa selección, no hubieran estado ni Villa ni Silva. Aun así, al ver que el Valencia tenía mejor equipo que el Mallorca, al menos en teoría, Emery le había dado el privilegio de contar con dos goles de ventaja a su rival, de manera que la superioridad de uno sobre otro quedara eliminada por dicho factor de corrección. El recreo duraba 45 minutos, de diez de la noche a once menos cuarto aproximadamente, y el Mallorca gozaría de dos goles de ventaja porque tenía peor equipo que el Valencia.
No fue la única similitud que encontré en el encuentro de ayer respecto a los que jugaba cuando era niño en el patio de mi colegio. En mis partidos infantiles, quienes jugaban eran defensas, medios y delanteros a la vez, según la conveniencia. Nadie lo llamaba fútbol total, sino caos táctico. Y eso es exactamente lo que hizo el Valencia, que llegó a jugar, al final del choque, con David Navarro y Alexis de delanteros, Pablo y Fernandes de defensas y Jordi Alba de todo, de defensa, de medio y de delantero. Además, en el colegio siempre había un "palomero" que vivía al lado del portero contrario, a la espera de cazar algún balón suelto, de que la pelota le rebotara y se metiera en la portería o de que, entreteniendo al guardameta contrario, este se despistara y encajara algún tanto. Y hasta eso tuvimos: al gigantón de la clase que, como no había canastas de baloncesto en el patio, lo pusimos de palomero a ver qué pasaba.

La gran diferencia entre el patio de mi colegio y el Valencia en el Ono Estadi es que, cuando jugábamos con ansias infantiles, no necesitábamos un entrenador que nos dijera en qué momento teníamos que salir del terreno de juego ni en qué posición debíamos de jugar. Y, por lo tanto, nadie se enfadaba cuando lo cambiaban, nadie le pegaba un cabezazo a un rival cuando se hartaba de hacer el ridículo, ni nadie pensaba que el tipo que hacía las alineaciones era un inútil de tomo y lomo al que había que respetar, siguiera o no siguiera a final de temporada. Sencillamente, éramos felices en ese caos futbolero y no teníamos necesidad de que nadie nos molestara.

3 comentarios:

  1. mmm... te has olvidado de la figura del portero-delantero... ese que era tan malo de portero como de delantero y daba igual en qué área del campo estuviese

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  2. Y la del portero-regateador, que ni paraba ni regateaba.

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  3. Portero-regateador...... quién no ha tenido un Higuita en su vida ???

    Un saludo
    Jose Miguel Lavarías.

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