lunes, 19 de abril de 2010

Real Madrid, 2; Valencia, 0

La nube volcánica que ha puesto en entredicho el sistema de navegación aérea europea me ha dejado atrapado en Bruselas, la capital de Bélgica. Aunque, si me hubieran dado a elegir una ciudad para quedarme obligatoriamente durante cuatro días, con toda seguridad no habría elegido Bruselas, ya que los belgas son aburridos, peleados entre ellos por un tema tan absurdo como la lengua y sin una identidad nacional demasiado clara, uno no elige su destino. Le toca quedarse donde le toca y a mí me ha tocado Bruselas, la llamada capital de Europa, una ciudad sin fundamento, donde casi todo el mundo habla francés en tierra flamenca, lo que provoca un conflicto suficientemente importante entre la gente como para que la vida sea poco placentera entre sus habitantes. Me toca quedarme hasta el jueves en Bruselas y yo, como soy muy moldeable, he decidido respetar las costumbres locales. Me ha ido a cenar a un restaurante, cerca de la Grand Place, donde la especialidad culinaria era las “moules avec frites”, es decir, los mejillones con patatas fritas. He de deciros que los mejillones de Bruselas no eran nada del otro mundo comparados con los que probé, en restaurantes belgas, en Ajaccio, en la isla de Córcega, o Auckland, en la lejana Nueva Zelanda, pero quizás en ello ha tenido mucho que ver que, pensando que era un restaurante típico belga, me he metido en un local regentado por marroquíes e italianos, en el que, como banda sonora, ponían música de tunos, algo que repugna tanto como escuchar temas de bakalao en una discoteca de gente mayor.
El resto, como todos los lunes no festivos, aquí:

2 comentarios:

  1. jojojo la imagen del camarero marroquí en todos los resraurantes típicos de toda Europa forma parte de la jihad... primero conquistarán nuestros restaurantes típicos, luego el resto :P:P:P:P

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  2. Lo mejor, Juan Al, es que son capaces de cocinar cualquier cosa, desde una paella hasta unos mejillones con patatas, desde unos espaguetis hasta un codillo. Y ya sabes que a las personas se las conquista por el estómago.

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